miércoles, 8 de mayo de 2013

Nota de un suicidio en invierno.

"Ella murió cuando el invierno comenzó". Y así empieza mi plan de suicidio. Un comienzo poético es lo que necesito. Si estás páginas las encuentran buscando pistas por una muerte extraña e impertinente, me gustaría devolver a mi vida algo de dignidad y que todos me recordasen como una poeta que sufría. Un poeta que sufre…es un poeta. Es hermoso. Es lírico. Divino. Celestial. Más una enferma que sufre sólo provoca malas miradas y criticas dichas por lo bajo.
“Las pastillas tuvieron el poder de acabar con los demonios que ella nunca pudo”. Así es. Así será. Así fue. A nadie le gusta depender de fármacos engañosos y sedantes, pero nadie tiene las agallas de combatirlo y salir a enfrentar la vida solo con su optimismo. Cuando volteas, miras a un lado y a otro y te encentras completamente solo, aunque haya más personas a tu alrededor, nadie puede juzgarte por considerar las pastillas tu única compañía. O sí. En este mundo todos juzgan por todos, y eso que nadie es perfecto. El muerto se ríe del degollado. ¿Quién quisiera seguir viviendo en un mundo así? Solo los mediocres. Y a mí podrán etiquetarme con las más horribles palabras, pero quién me diga mediocre se está equivocando. Acepto todos los defectos que tengo porque la que siempre me los remarcó una y otra vez fui yo misma. No me hace mal aceptar que tengo al menos una virtud.
“Encontraron marcas en el cuerpo del cadáver, aunque ningún conocido dijo haberlas visto alguna vez. Se nota que sabía esconderlas con prudencia”. Marcas de una guerra contra mí misma. Una que empezó un día y nunca acabó. Llevo casi cuatro años intentando controlarme pero la navaja siempre gana. ¿Y yo? ¿Qué gano? No sé, al parecer nunca gano nada. Siempre las cosas van en mi contra. El río fluye en una corriente, y yo, sin saberlo, nado para el lado equivocado. Ese es el gran error de mi vida. Y por eso quiero corregirlo. Pero como su corrección es imposible, voy a destruirlo. Después de destruirme a mi misma todo este tiempo…el acto final. El mejor. El más sorprendente. El que impacte a todos. Revelando mi secreto de tanta fortaleza. El desahogo con mis cortes. La auto lesión como terapia. La anorexia como creadora de la autoestima. Me pregunto qué pensará la gente cuando descubra todo esto. Aún así, me importa poco y nada, porque yo voy a estar muerta para ese entonces.
Dejaría antes de matarme una caja llena de mis recuerdos, mis libros, mis historias, mis borradores, mis imágenes, la vida que me quede guardada en una caja. Los que me odien van a reír sintiéndose en el cielo, los que me quieren llorarán y comprenderán el porqué de mi sonrisa apagada. Los curiosos que se acerquen a ver que es ese cadáver lleno de rosas y páginas de poesía aprenderán a no guardarse los rencores, lo amores y los dolores tan adentro del corazón hasta que estos terminen por asesinarlo.
Me voy a vestir con ese vestido que siempre quise usar y me voy a maquillar tan delicadamente como siempre me dio miedo hacerlo. Que importa la vida si yo ya estoy próxima a morir! Voy a escribirle una última carta a cada uno de mis amores, y una para mi amor preferido, con páginas de mi libro de Bécquer. ¡A la mierda con la vergüenza! ¿Qué vergüenza puede tener un muerto? Voy a echarle una última mirada a cada uno de mis libros, voy a sentir por última vez el perfume de mi melancolía, voy a oler por última vez la lluvia condensada por el marco de la ventana, y me voy a tomar un último café con cuatro cucharadas de azúcar, como me gusta. O algunas más, para conseguir un buen final y una muerte más dulce. Voy a tomar mis pastillas –queridas y destructoras amigas- y las voy a enviar por mi garganta como soldados a que fusilen cada vena, cada arteria, cada órgano de vital en mi fisonomía y me permitan estar en paz por primera vez. Voy a cerrar los ojos, me voy a acurrucar abrazando la almohada, como siempre, imaginando que es el amor de mi vida el que me entrega su cuerpo para tomarlo y sentirme protegida. Va a caer mi última lágrima, la última en vida, y voy a pensar “Que nadie se alarme, yo ya estoy bien. Por fin voy a dormir con el alma tranquila, alejada de los demonios”. Y me voy a morir sin recordar. Porque los que recuerdan son los que sufren. Y voy a ser fuerte y no me voy a permitir sufrir. Cuando vean la primera evidencia de un frío implacable y una lluvia interminable, los que me conozcan van a saber que yo me fui, quien sabe dónde, pero saben que donde estaba…yo no podía seguir estando.

-Masticando Aire


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